La humanidad tiene graves problemas que solventar. La mayoría de ellos, grandes y pequeños, están íntimamente interconectados entre si. Mientras la humanidad espera la singularidad tecnológica, el equilibrio entre solucionistas y escépticos seguirá existiendo. Los graves problemas a los que nos enfrentamos también. Afrontémoslos entonces desde una perspectiva humana. Trabajemos juntos con las maquinas para entender la raíz de los problemas y las implicaciones de las soluciones tecnológicas propuestas hoy. Impliquémonos en el desarrollo de esas soluciones desde ahora mismo. Por qué el precio de no hacerlo es demasiado alto.
Entiende con este video cómo podemos hacerlo.
TRANSCRIPCIÓN DEL VIDEO
En la actualidad existe un fino e imperceptible equilibrio flotando en el ambiente. Aunque no lo podáis ver, este equilibrio existe y es real. En un lado de la balanza se encuentran las ideas de los millones de personas que ven con malos ojos cómo las grandes compañías tecnológicas están acelerando innecesariamente el progreso tecnológico y asumiendo un poder exagerado. El otro lado lo contrarresta un menor número de ideas pero con mayor densidad que las del grupo anterior. Son las que provienen de los solucionistas tecnológicos que, de forma totalmente opuesta y casi fanaticamente, defienden que la tecnología va a poder solventarlo todo, incluso aquello que de por si no representa un problema. Quien quiera conocer más de esta moda no tiene más que leer el libro “La locura del solucionismo tecnológico” de Evgeny Morozov. Y, como no, siempre existe aquel vacío de ideas intermedio provocado por los miles de millones que, sin poderlo o quererlo, miran hacia otro lado como si la cosa no fuera con ellos. Demasiado complicado y cansado esto de pensar más allá de buscar el programa ideal de TV para la noche.
Quizás el objetivo de todos ellos sea igual de loable. Pero ni los medios para llegar a éste ni las posibles consecuencias de su aplicación son los mismos. Donde todos coinciden es en el hecho innegable de que la humanidad tiene graves problemas que solventar. La mayoría de ellos, grandes y pequeños, están íntimamente interconectados entre si. Así quizás, el principal y más urgente hace referencia a los efectos devastadores y la rapidez del cambio climático. Según las Naciones Unidas y de acuerdo con la trayectoria que llevamos como sociedad consumista basada en los combustibles fósiles, en 2100 alcanzaremos los 4,5 grados de calentamiento, muy por encima de los 2 que se marcaron en la cumbre del clima de Paris hace ya muchos años. Un planeta 4,5 grados significa mucho más que calor y aire acondicionado. Significa hambrunas, plagas, un aire irrespirable, migraciones masivas, colapso económico o conflictos armados globales para controlar el agua. Significa muchos otros problemas a los que me he querido referir al principio ¿No me creen? ¿Demasiado alarmista quizás? Pues ni se les ocurra leer el libro de David Wallace-Wells “El planeta inhóspito: La vida después del calentamiento” en el que casi una tercera parte corresponde a notas y referencias a estudios e investigaciones que corroboran sus “alarmistas” declaraciones.
Ya sean económicos o ambientales, tenemos suerte de que haya gente muy capaz que está pensando en soluciones. Este es el caso de Jeremy Rifkin que explica en su último libro “El Green New Deal global: Por qué la civilización de los combustibles fósiles colapsará en torno a 2028 y el audaz plan económico para salvar la vida en la tierra” su plan para hacer frente al colapso cercano de la economía basada en los combustibles fósiles. Sin llegar a ser un fanático de la tecnología, Rifkin basa buena parte de su plan en la mejora de la tecnología aplicable a al Internet de las comunicaciones, al Internet de las Energías renovables o la movilidad de coste marginal cercano a cero. Una apuesta decidida no exenta de riesgos por qué ¿quién va a ser el que lleve la tecnología esos niveles de perfección y excelencia necesarios para afrontar problemas tan críticos? ¿Los países que no consiguen ponerse de acuerdo en una evidencia tan grande como el cambio climático? ¿O los que viven cómodamente haciendo lo mínimo en un planeta tan desigual?
Haciendo un racional análisis de la situación, parece obvio afirmar que la capacidad para hacer llegar la tecnología a los niveles deseados solo puede llegar de las grandes compañías tecnológicas. Pese a esfuerzos colectivos evidentes que persiguen el mismo objetivo de mejora de la Inteligencia Artificial y la capacidad de computación, y otras iniciativas colaborativas basadas en la confianza, el open source y la compartición de conocimiento, la realidad está demostrando que los avances en esas áreas clave están siendo liderados por unas pocas empresas que están invirtiendo verdaderas fortunas. Por qué, lamentablemente, la batalla para ganar un sitio en la gloria de los salvadores no está siendo justa. La carrera para mejorar rápidamente la tecnología que pueda aportar esas soluciones milagrosas vienen normalmente acompañadas de intenciones ocultas. Y recordemos que los modelos de negocio de las grandes compañías tecnológicas se basan en el dato y ese es el recurso que buscan desesperadamente. Eso se convierte en un círculo vicioso de oscuras consecuencias que entenderás una vez leas el libro “El filtro burbuja: Cómo la web decide lo que leemos y lo que pensamos” de Eli Pariser. Éste es un libro verdaderamente revelador. Al acabarlo caes en la cuenta de lo fácil que es controlar el pensamiento y las emociones de las mentes conectadas a Internet mediante tablets, ordenadores o teléfonos móviles. Los malos ya han sido capaces de influir e interferir en elecciones presidenciales y otros referéndums decisivos. Si hoy ya pueden hacerlo, imagina lo que cualquiera puede hacer para salir bien en la foto de los salvadores de la humanidad al lado de Superman.
Así pues, volver al equilibrio inicial y preguntarme ¿tengo que fiarme de los solucionistas tecnológicos que pregonan el fin de nuestros problemas con sus interesadas invenciones? ¿O debo desconfiar de los datos que recibo diariamente por canales de información masivos personalizados y hacer campaña contra esas malvadas compañías? Como diseñador computacional que soy, se que por mucho que me resista mi rastro digital será accesible para muchos, aunque trate de impedirlo. Es más, no lo hago. Tan solo actúo de tanto en cuando en las redes de manera aleatoria para que perfilarme como usuario sea una labor difícil para ellos.
Mi dilema interior está servido. ¿Qué debo hacer? Reconozco que soy un total convencido del cambio radical y traumático que sufrirá la humanidad con la llegada de la Inteligencia Artificial General, así como con cualquier tipo de suprainteligencia que pueda surgir. Si ustedes no lo son, deben leer el libro “Vida 3.0” de Max Tegmark. Si tampoco son amantes de la lectura, tan solo lean el prólogo. Les aseguro que serán las veinte páginas más reveladoras que van a leer en su vida. Pero, por otro lado, soy un activista radical en pro de la rehumanización de la sociedad. Como bien dice John Maeda en su libro “Las leyes de la simplicidad: simplicidad y cambio”, el problema no es como hacer un mundo más tecnológico, sino como hacerlo más humano de nuevo. En su nuevo libro “Cómo hablar máquina”, este gurú del diseño computacional reflexiona largamente sobre como las actuales tendencias de aplicación y uso de la Inteligencia Artificial en las organizaciones y mercados pueden verse más como una debilidad que como una fortaleza. John nos recuerda como al inicio de la tecnología computacional los hombres actuábamos como nuestras propias computadoras calculando mentalmente durante horas y horas. Ahora son las máquinas las que hacen ese trabajo. La pregunta entonces es ¿quiénes lo harán en un futuro no tan lejano? ¿Dónde quedará lo humano? En este sentido, hace tiempo traduje un artículo increíble publicado en el 2015 por el MIT Tech Review y escrito por David Byrne, líder del grupo musical los Talking Heads, sobre la necesidad creciente de eliminar lo humano de la ecuación de lo perfecto, una mentalidad muy tecnológicamente solucionista. Lo peor es que desde entonces la cosa incluso ha empeorado.
Ante todas estas evidencias, mi decisión está tomada. No permitamos que la sociedad llegue a ese punto y volvamos a colocar al humano en la ecuación como se merece. En su día a día, John Maeda y Tricia Wang se esfuerzan para que eso ocurra. Tratan de hacer prevalecer el concepto de Thick Data por encima del estándar tecnológico en que se ha convertido el Big Data. Ambos autores coinciden en volver a dar un papel determinante a la necesidad de comprender las necesidades y los problemas de las personas como son y no como algo que debe ser mejorado por el simple hecho de que la tecnología lo permite. Ese no es el camino. Quizás si que lo es el aprendizaje que todos debemos hacer sobre el mundo de la computación que tan bien Maeda expresa en su nuevo libro. Quizás las grandes compañías tecnológicas deberían comenzar a abrazar el Diseño Computacional inclusivo. Cómo John dice, debemos aprender a hablar máquina para entender que no hay vuelta atrás en la carrera exponencial hacia un nuevo origen de la civilización marcado por la Inteligencia Artificial y la computación, algo que traté de explicar hace tiempo en algunas entradas de mi blog.
Mientras la humanidad espera la singularidad tecnológica, el equilibrio entre solucionistas y escépticos seguirá existiendo. Los graves problemas a los que nos enfrentamos también. Afrontémoslos entonces desde una perspectiva humana. Trabajemos juntos con las maquinas para entender la raíz de los problemas y las implicaciones de las soluciones tecnológicas propuestas hoy. Impliquémonos en el desarrollo de esas soluciones desde ahora mismo. Por qué el precio de no hacerlo es demasiado alto. El escaso margen de error que tendremos con la Inteligencia Artificial General hará inútiles los esfuerzos que cada uno haya hecho por separado para sacar la mayor tajada de un pastel que simplemente no va a existir.
No hay soluciones de futuro milagrosas sin Data Analytics, Big Data e Inteligencia Artificial. No hay Data Analytics, Big Data e Inteligencia Artificial sin personas. Entonces, no hay alternativa. Trabajemos con Thick Data y una Inteligencia Artificial más humana. Esa es la dirección correcta para solventar nuestros problemas de una manera realmente inteligente.