He tratado este tema en diferentes entradas de este blog. Pero no por ello voy a cansarme de repetirlo: Las compañías quieren transformarse digitalmente. Y lo quieren basándose en la innovación a toda costa. Pero pocas saben como hacerlo y la mayoría están dando palos de ciego.
Como explica Richard Karlgaard en su libro “The soft Edge”, las organizaciones como las personas deben equilibrar con sus acciones y valores el triangulo que define su salud, la razón de su existencia sostenible. En las personas los lados del triangulo se corresponden con su salud mental, su salud física y su salud “social”. En las organizaciones los cambiamos por su estrategia (mente), su ejecución (físico) y su humanidad (social). El lado estratégico es el lugar donde se cimientan sus valores fundamentales, donde respondemos a las preguntas básicas sobre en que mercados operamos, cuales son nuestros clientes, quienes son nuestros competidores directos, quienes son los indirectos o cuales son los más disruptivos en tu sector.
El lado más ejecutivo es aquel centrado en la gestión de los números, del lenguaje basado en tiempo, dinero y números y de los cinco pilares que deben asegurar el funcionamiento de la compañía como un reloj: velocidad, coste, cadena de suministro, logística y eficiencia del capital.
Pero el lado que vale, el que realmente nos permite orientarnos a la innovación continua es el lado humano que, según Karlgaard, se fundamenta en cinco pilares. El primero hace referencia a la confianza, a la que debemos hacer que nos profesen tanto nuestros clientes y proveedores como nuestros empleados. El segundo es la inteligencia, ya sea cognitiva o emocional, en combinación con habilidades como la perseverancia o la resilencia. Aquí es importante no confundir con pestiliencia, por favor. La tercera son los equipos o la capacidad de mejorar con la interacción entre nosotros. El cuarto factor es el gusto, entendido como la sensibilidad y la conexión emocional cercana al deseo y la atracción que se produce en todos nosotros alguna vez. Y el quinto y último hace referencia a la historia o el relato que nos explica el cuenta-cuentos referente a nuestra compañía y que nos ayuda a crear una verdadera marca.
Más allá de esos valores y factores intangibles que conforman el triangulo mágico de las compañías, muchos siguen viéndolas simplemente como un compendio de procesos, herramientas, metodologías y personas que persiguen un mismo objetivo. Para todos ellos advertirles que la mayoría de esos ingredientes están sufriendo y sufrirán aún más un cambio radical promovido por el frenético avance de las nuevas tecnologías en esta Tercera Revolución Industrial. ¿Qué nos diferenciará en el momento que las máquinas lo controlen todo? ¿Qué nos hará valiosos en el tiempo que la Inteligencia Artificial y los robots copen la parte ejecutiva? La respuesta no es otra que las personas.
Está claro pues que para transformarnos, para poder perdurar en el tiempo e innovar debemos cuidar como compañía nuestro lado humano. Debemos ser muy conscientes, hoy más que nunca, que las personas que conforman nuestra compañía son la única fuente posible de valor. El poder de su imaginación, de su creatividad, de su positividad, de su superación… es el camino a seguir. Debemos desde las compañías fomentar y cuidar nuestro capital humano poniendo el foco en conseguir aumentar al máximo los dos factores principales sobre los que deben cimentarse los pilares de nuestro lado humano: la positividad y la creatividad.
¿Qué es la positividad?
Recientemente acudió a nuestra compañía gente del club Zenks. Su mensaje es claro y contundente. Construir una sociedad donde los valores en alza fuesen la confianza, la generosidad, la humildad, la honestidad y el respeto. Trasladado al mundo de la empresa eso significa minimizar a toda costa la influencia de la gente tóxica en la empresa para fomentar el reinado de los positivos.
Quizás la mejor manera de entenderlo es a partir de su manifiesto, un llamamiento muy claro a la acción:
“El primer paso para mejorar el mundo es creer que es posible. El segundo, preguntarse que puedes hacer tú para conseguirlo. Si tú cambias, todo cambia. Así que se valiente. Atrévete a cambiar. Empieza por dejar de quejarte y actúa. Recupera los valores que tus padres te enseñaron de pequeño. Devuélvele a la confianza, a la generosidad y a la humildad el lugar que se merecen. Haz bandera de ellos. Practícalos cada segundo de tu vida y hazlo rodeado de buenas personas. Lucha con el corazón por todo aquello que amas y recuerda que la felicidad no es un sentimiento, es una decisión. Dedícate con toda tu alma a aquello que te apasiona y sabes hacer bien. Todos tenemos habilidades y talentos. Encuentra los tuyos y compártelos con los demás. Ayuda y déjate ayudar. Borra la palabra competir de tu diccionario y sustitúyela por colaborar. Sonríe. Sonríe mucho. Agradece todo lo bueno que la vida te regala. No quieras tener muchas más cosas de las que puedas disfrutar. Eso sí, ten un proyecto de vida. Tener proyectos que vayan más allá de ti mismo te hará llegar más allá de tus propios sueños. Abre los ojos. Mira al futuro con optimismo y de forma positiva.”
La esencia de la innovación es saber que podemos cambiar el mundo. El deseo de hacerlo mediante el cambio solo puede provenir de personas positivas que no se den por vencidas, que conserven la calma en el momento adecuado y vean el lado bueno de las cosas, que no critiquen ni prejuzguen y que no den las cosas por sentadas y tomen las decisiones de antemano solo porque sea el camino más fácil y más corto. En este punto, recomiendo encarecidamente a todo aquel que no lo haya hecho que se adentre en el concepto de Mindfullness y lo practique.
¿Qué es la creatividad?
La creatividad no es un talento. Es una manera de actuar. No depende de ninguna manera del coeficiente intelectual de las personas. Lo que realmente diferencia a las personas creativas es una extraña habilidad para conseguir llegar a un estado particular, una habilidad especial para jugar.
Los seres humanos trabajamos solo en dos modos, el abierto y el cerrado. El modo cerrado es en el que nos encontramos la mayor parte del tiempo en el trabajo. Es el modo activo, una especie de excitante y extrañamente agradable modo ansioso. En él nos sentimos impacientes, capaces de hacer cualquier cosa, estresados (poco o mucho) y tensionados. Un modo en el que no parece haber mucho espacio para el humor.
El modo abierto por el contrario es un modo más relajado y expansivo. En él tendemos a tener mayores perspectivas y ser más curiosos. Es el modo perfecto para jugar, para reír y sonreír. La creatividad nace del modo abierto. Es el modo de la ideación y la innovación. Una vez hemos podido tomar una decisión o hemos obtenido una idea valiosa debemos pasar al modo cerrado para ejecutar tan bien como podamos.
Llegar a ese modo no es algo inmediato. Para conseguirlo hace falta un proceso. John Cleese, integrante del ilustre grupo de cómicos Monty Python, nos ilustró hace ya unos años en una Conferencia sobre el liderazgo creativo celebrada en Londres sobre cuales son los pasos para conseguirlo.
El primer paso es conseguir un espacio tranquilo donde se pueda trabajar sin interrupciones. El segundo paso es disponer del tiempo necesario para vencer el a veces irrefrenable deseo de volver al tan prolífico y activo modo cerrado. En ese momento hemos alcanzado un preciado oasis de espacio y tiempo en el que podemos retozar a nuestras anchas. El tercer paso es disponer de aún más tiempo para alcanzar una idea original sin caer en la trampa de quedarse con la primera para evitar esa ansiedad que todos sufrimos cuando todavía no hemos solventado un problema. Y esa es la diferencia. Los más creativos han aprendido a tolerar y gestionar perfectamente esa desazón. Ellos son los que tienen las ideas más novedosas, valiosas e innovadoras, no los que las tienen primero. El cuarto paso es generar un clima de confianza en el que se está abierto a cualquier posibilidad. Todo lo que pase en ese punto estará bien, no hay reglas. Podemos decir lo que queramos sin temor a equivocarnos. No hay errores posibles. Vale todo. Por último, nuestro último estadio es el humor para vencer la resistencia antagónica a la solemnidad que envuelve al proceso de toma de decisiones “serias”. ¿Para que sirven la pomposidad y la solemnidad en el proceso creativo e innovador? ¿Alguien me lo puede explicar?
Estimular la creatividad en el modo abierto es jugar y reír. Es la mejor manera de experimentar y buscar ideas innovadoras y estimulantes. Y todo debe hacerse desde la más absoluta positividad. Durante el proceso no vale cuestionar. Cuando jugamos nada esta mal. Por otro lado, no olvidemos que todo esta cambiando. Durante siglos aquellos ilustrados que movían el mundo lo hacían en ambientes más calmados. Habían lugares donde podían sentarse, relajarse y pensar. Pero esos eruditos e innovadores lo hacían a solas y les costaba encontrar las piezas del puzzle que completaban sus ideas. Hoy la innovación se basa en un mundo hiperconectado. Todos estamos hiperdistraidos. Todos tenemos la posibilidad de encontrar la piezas mucho más rápido… pero es hoy cuando debemos aprender a aislar nuestro pensamiento lo suficiente para poder llegar a un estado contemplativo.
Pero no nos confundamos. No me estoy refiriendo en este post al flower power aplicado al mundo de la empresa. Debemos seguir ejecutando cuando toca. Y tenemos que hacerlo bien… El peso de los lados de la estrategia y la ejecución del triangulo debe ir adecuándose a los rápidos cambios de la industria y a las necesidades de innovación para ser sostenible. Y eso significa saber identificar, captar, cuidar y espolear a las personas positivas y creativas que deben llevarles hacia un camino de innovación continua y duradera. Tenemos que cuidar y hacer crecer nuestro lado humano. Y para hacerlo tenemos que crear las condiciones de espacio, tiempo, confianza y humor adecuadas.
Seamos espontáneos y venzamos a la razón y la solemnidad. Si queremos gente creativa y positiva démosles suficiente espacio y tiempo para jugar. Solo así la innovación y el valor sostenible será posible en las empresas.