Cómo crear un futuro más humano con la inteligencia artificial
29 enero, 2020Una mirada adelante
24 abril, 2023He dedicado mis últimos años a la Innovación Tecnológica y Digital Corporativa. Debo ser masoquista. Movido igualmente por mi otra pasión, el Diseño Computacional que pregona John Maeda, he destinado mucho tiempo a entender cómo sacar partido de la combinación entre la Inteligencia Artificial, la Experiencia de Usuario y el Diseño de productos y servicios. Y finalmente lo he conseguido. Ahora ya se como hacerlo.
Durante el proceso, la combinación de ambas pasiones para tratar de generar impacto en las compañías, los clientes y la sociedad ha obligado a cuestionarme muchas cosas. Entre éstas han aparecido preguntas que antes parecían imposibles de contestar ¿Es posible cuantificar el daño de las decisiones absurdas sobre la cuenta de resultados? ¿Se puede saber el impacto de la duplicación o triplicación de esfuerzos por la ineficiencia extrema? ¿Somos capaces de conocer el daño que las decisiones impulsivas provocadas por personalidades hedonistas? ¿Cómo se mide la desafección y desmotivación de la gente para descontarla de los beneficios futuros?
Todas ellas son preguntas que persiguen una misma cosa: entender el porqué las cosas no salen bien cuando se trata de innovación y cambio, a la vez que se cuantifica el impacto negativo. Me refiero a los tiempos interminables para la Innovación corporativa y a las iniciativas disruptivas escondidas bajo las alfombras que se dejan morir sin que nadie sepa la razón. Estoy hablando de todas aquellas Unidades y personas de las organizaciones que restan en vez de sumar. Trato de poner el foco en los palos en las ruedas, en la ausencia de beneficios personales y en la desalineación con la estrategia corporativa que conlleva la Innovación y el cambio. En definitiva, hablo de tirar el dinero y de todo tipo de ineficiencias que campan a sus anchas por las corporaciones.
He escrito en ocasiones sobre el miedo y el ego como posibles causas de estos problemas. Pero hay más. Seguro. Las complejas estructuras organizativas en las que se debe contentar a todo el mundo puede ser otra razón de peso. Daniel Khaneman seguramente lo achacará todo a los sesgos del Sistema 1, el que se deja guiar por la intuición. Su libro “Pensar rápido, pensar despacio” es una joya para entender por que la cagamos tan fuerte cuando se trata de tomar decisiones basadas en la incertidumbre y el riesgo. Y la innovación tiene mucho de eso, de riesgo e incertidumbre. Es normal entonces que se dejen cometer tantos errores. La proporción habitual de estúpidos y la gente tóxica que se encuentra en todas las poblaciones, incluido el mundo de la empresa, también sirven para explicar la existencia de estas ineficiencias extremas.
En la actualidad podemos echar mano de mucha tecnología para arreglarlo. El Internet de las Cosas, el Big Data, el data Analytics y la Inteligencia Artificial en todas sus formas pueden ayudar a arreglar este desaguisado. Podemos crear la “Empresa Artificial”. Hoy en día ya es factible capturar y analizar en tiempo real todas las informaciones que se generan y transaccionan en una empresa. Sobre todo, este conocimiento se pueden aplicar métodos y algoritmos sencillos de aprendizaje de máquina. Ejemplos serían:
Identificar y ponderar las “malas” decisiones
Clasificar a aquellos trabajadores que toman peores decisiones
Repartir el peso y optimizar el impacto de las malas decisiones sobre las cuentas de resultados de las Unidades
Predecir el impacto de las decisiones en diferentes horizontes temporales
Recomendar actuaciones en tiempo real ante falta de evidencias tangibles
Optimizar el proceso de obtención de talento para evitar a los tóxicos y a los estúpidos
Recomendar cambios en la estructura organizativa en base a resultados
Clasificar a los trabajadores para identificar a los que necesitan objetivos y a los que no
Simular resultados en función de diferentes estrategias de objetivos que minimicen los intereses cruzados
Si nos fijamos bien, algunos de estos ejemplos son reprobables desde el punto de vista ético ¿No es así? No lo niego. Otro aspecto controvertido es el que hace referencia a la necesidad de aportar unos criterios claros a la hora de definir el propósito e implementar algoritmos de Inteligencia Artificial. Sin querer faltar a nadie, no confío en las cúpulas directivas para definir de forma correcta esos objetivos. Un objetivo erróneo puede tener un efecto devastador en las organizaciones y sus trabajadores. No es para tomárselos a la ligera. Y la falta de transparencia y visión derivada de luchas políticas e intereses económicos no garantizan en absoluto el éxito en la adopción de una estrategia basada en la aplicación inteligente de la IA.
Qué nos queda entonces, estaréis pensando. Afortunadamente o no, aún hay opciones para cambiar el rumbo de colisión de la mayoría de las estrategias de Innovación Corporativa y las organizaciones en si mismo.
Sociocracia 3.0
La primera se basa en poner el foco en las personas aplicando el concepto de Sociocracia en las organizaciones. El objetivo es conseguir la agilidad organizativa mediante la autoorganización, el aumento de la autonomía y métodos de trabajo eficaz y colaborativo. Todo un reto que requiere un nivel de cambio aun mayor que el que pedimos en la actualidad.
Gestión basada en algoritmos
La segunda se basa en todo lo contrario, eliminar al humano de la ecuación. La corriente actual de gestión basada en algoritmos lo permite. Empresas como Uber o Google aplican algoritmos para reducir la carga operativa y de decisión usando algoritmos. Si tienen éxito ¿Por qué no aplicarlo gradualmente en la empresa hasta el máximo nivel posible? Comenzando por los departamentos operativos que ejecutan tareas repetitivas y acabando por aquellos más creativos. Compañías sin trabajadores, la máxima representación de la “Empresa Artificial”.
Fagocitar a la matriz
La tercera se basa en aplicar el cambio en si mismo para nacer de nuevo a partir de pequeños embriones empresariales que se creen desde cero. La spin-off tecnológica, flexible y ágil que fagocita la matriz. Esta alternativa, totalmente compatible con las otras dos anteriores, representa la disrupción máxima de la organización. Aprovechando los buenos momentos financieros, las organizaciones que quieran innovar y evolucionar deberían crear nuevas empresas que acaben canibalizando y fagocitando el negocio actual. Puestos a que te invadan, mejor que lo haga gente conocida y no Google.