Para poder explicar cómo de rápido cambian las cosas hoy y cuanto más lo van a hacer en un mañana en el que vosotros debéis jugar un papel importante, primero os hablaré del pasado y de la Industria del hielo en América. ¿Alguien ha visto la película Frozen de Walt Disney? ¿Alguien sabe cómo se ganaba la vida Kristoff? Permitirme pues que os ilumine. A finales del siglo XVII la sociedad americana, y la gran mayoría del mundo, tenía serios problemas para conservar sus alimentos. Alrededor de esta necesidad creció de manera rápida una actividad consistente en cortar el tan preciado hielo de los lagos helados para llevarlo a los pueblos y ciudades.
Con el paso del tiempo, más o menos hacia mediados de siglo, comenzaron a construirse por todo el territorio factorías donde el hielo podía fabricarse, reduciendo así la estacionalidad y posibilitando un acceso al hielo más rápido. Eso significó helados para todos y miles de sonrisas de niños durante todo el año. A finales del siglo XVIII, esta industria era un negocio floreciente que daba de comer a miles de repartidores transportando el hielo de aquí para allá. Fue la época en que magnates como Frederic Tudor, el rey del hielo, forjaron grandes imperios que centraban sus esfuerzos en hacer llegar el hielo más rápido y más barato.
Eso era el futuro entonces.
HASTA QUE LLEGÓ UN GRACIOSO E INVENTÓ LA NEVERA
Alguien suficientemente perturbado, pensó el problema de manera diferente y acertó. Eso permitió que en 1913 se vendiera la primera nevera eléctrica doméstica en Chicago y provocó que la hasta entonces floreciente industria del hielo sufriera un lento pero constante declive hasta desaparecer. Si os paráis a pensar un segundo, entre la imagen de Kristoff, el recio cortador de hielo, y la primera nevera en Chicago habían tenido que pasar 150 años.
Ahora permitirme que haga una comparación con otras industrias que os serán mucho más cercanas, industrias de “nuestro tiempo”. Comienzo, como no, por la poderosa industria del Taxi que ha copado el servicio de desplazamiento urbano en coche durante décadas y décadas. Quien le tendría que decir a un sector tan bien protegido que en 2008 a Travis Kalacnick y Garret Camp se les iba a ocurrir romper las reglas establecidas en San Francisco. Gracias a su pensamiento divergente y a la tecnología, consiguieron que la pequeña empresa que fundaron, Uber, se extendiera por el mundo hasta alcanzar un valor de 26 billones de dólares en 2016. Que sepáis que Uber hoy está valorada ya en 48.
¿Y que me decís de la siempre provechosa industria hotelera? Hasta hace poco nadie pensaba en alternativas viables a la reserva de habitación de hotel para el viaje de negocios relámpago o las vacaciones con la familia. Pues Joe y Brian si que lo hicieron en 2007 cuando decidieron alquilar 3 colchones por Internet. La alternativa resultó ser tan provechosa que cuatro años después estaban expandiendo sin parar el negocio a escala global bajo el nombre de AirBNB hasta alcanzar un valor en la actualidad de 31 billones de dólares.
Por otro lado, el entretenimiento juvenil moderno ha sufrido la misma suerte. La quedada multitudinaria para ir al cine o el paseo ritual por los pasillos del videoclub para escoger la peli del viernes noche con los colegas, suena hoy a rancio. Todo gracias a unos señores que en 2007 comenzaron a alquilar películas en “streaming” usando Internet como único medio. Toda una proeza y una locura. Al igual que en otras industrias, al cabo de unos años les iba tan bien que incluso se lanzaron a la arena de generar sus propios contenidos. Hoy Netflix vale 88 billones de dólares.
Todas estas industrias no han caído. Ni mucho menos. Pero han comenzado el mismo lento y silencioso declive de las neveras que les llevará en unos años a competir en igualdad de condiciones con servicios más frescos, más ágiles y seguramente más transparentes. Y para que esto suceda han pasado menos de 10 años ¿Os acordáis ahora de los 150 años de la Industria del hielo?
Y ES QUE HOY VA TODO MUY DEPRISA
Para entenderlo bien tenemos que echar mano de los expertos que nos hablan de la “Ley del retorno acelerado”. Esta ley es muy simple de entender : A medida que pasa el tiempo, el progreso humano va más y más rápido, tanto en número como impacto de las diferencias y descubrimientos.
La Unidad de Progreso Mortal es el tiempo necesario para que una persona llevada a un momento futuro muera del shock.
Imaginaos por un momento a un señor prehistórico tan tranquilo en su cueva cortando con su sílex la carne del mamut recién cazado por la mañana. De repente y sin previo aviso alteramos su espacio-tiempo para llevarlo hasta los días de la Revolución Industrial donde se va a encontrar con máquinas de vapor, telares y ferrocarriles sacando humo por todas partes. A un homo erectus como Dios manda eso, con toda seguridad, lo envía a la tumba del susto. Las diferencias entre las realidades separadas por 12.000 años han sido demasiado para él.
Pero si por el contrario alteramos el espacio-tiempo del señor de mediados-finales del XVII que estupefacto ve como se le aparece un troglodita con supuestos problemas cardiacos, y nos lo llevamos a la mitad del siglo XX con teléfonos, radios, televisores y los primeros ordenadores, tan solo necesitamos 200 años para causar el mismo efecto.
Nos lo cargamos seguro.
Una historía del tiempo, el conocimiento y tu futuro
¿Quieres saber cual es la Unidad de progreso mortal moderna? En la próxima entrada encontrarás lo que significa velocidad, tiempo y exponencialidad. No te la pierdas.